¿Por qué practicar yoga en la escuela?
26 de febrero de 2021
Yoga en la escuela: qué, cómo, por qué…

Nuestra sociedad actual está llena de estímulos, saturada de información y de un ritmo frenético, lo cual dispersa la atención de los niños en diferentes direcciones. Todas estas prácticas ayudan a los niños a lidiar con este estrés al que nos vemos sometidos y a mejorar en el proceso de enseñanza y aprendizaje en el aula.

Practicar yoga en la escuela unos minutos al día aporta a los niños relajación y tranquilidad en momentos de cansancio y excitación. Según los expertos, el yoga mejora la memoria, la atención y el aprendizaje, a la vez que hace conscientes a los niños de sus propias emociones.

Las escuelas ven el yoga como una práctica beneficiosa sin efectos adversos, que permite a los niños parar y conocer su propio cuerpo. Este hecho es especialmente clave porque los niños aprenden a detectar cambios en la respiración y en los pensamientos que los pueden poner en alerta, a la vez que les hace conocer herramientas que pueden ayudarlos a reconducir una situación estresante, como, por ejemplo, cambiar el ritmo de su respiración. Cuando los niños descubren que ellos mismos pueden guiar sus propias emociones estamos ante una gran victoria, porque les da autonomía, una competencia muy importante, y les hace sentir capaces e importantes.

El yoga desarrolla en los niños la capacidad de conectar con la propia interioridad. permitiendo y promoviendo el conocimiento del mundo interior, mientras que la enseñanza estimula y promueve conocimientos del mundo exterior.

El yoga también permite que los alumnos más pequeños se paren para poder sentir, reflexionar y respirar una competencia que se considera básica para encontrar el equilibrio y afrontar los retos de la vida. Los niños que practican yoga son más capaces de manejar sus propias emociones y de asociarse más conscientemente con ellos mismos, con los demás alumnos de la clase y su entorno, así como con las adversidades que se pueden ir encontrando a lo largo de su vida.

Ayuda a los niños a gestionar sus emociones

El yoga no es sólo la práctica de una serie de posturas, es una disciplina centrada en mejorar la salud de la persona en su totalidad.

Las asanas (posturas) ayudan a conocer el cuerpo, estabilizar el esquema corporal, desarrollar la lateralidad y perfeccionar psicomotricidad fina y gruesa.

Los pranayamas o técnicas de respiración ayudan a canalizar las emociones y fortalecer los pulmones. Utilizamos estas prácticas para trabajar la educación emocional desde pequeños.

La meditación o mindfulness es “estar presente” o “ser consciente” al realizar una actividad. La atención consciente favorece que seamos más pacientes y nos libera del impulso de reaccionar.

En general, todas estas prácticas ayudan a armonizar los dos hemisferios cerebrales. Según Daniel Goleman, el cual revolucionó el panorama de la psicología, la pedagogía y el mundo de la empresa con la publicación de su éxito de ventas Inteligencia emocional, el uso correcto de ambos hemisferios activa la inteligencia emocional.

“Un niño que acaba su jornada escolar de manera relajada puede comprender mejor todo lo que ha aprendido durante el día”

Cómo realizar una clase de yoga en el aula

Es importante dedicarles el tiempo suficiente para conocer los gustos e inquietudes del grupo. También hay que explicarles qué es el yoga y qué tipo de valores vamos a trabajar: incentivar el compañerismo, saber escuchar, no alzar la voz si la actividad no lo requiere y orden y respeto hacia los demás. 

Tras retirar las zapatillas, colocar las esterillas en círculo y conocer el estado de ánimo de cada uno (pequeña ronda), comenzamos con las primeras asanas: posturas que van siempre relacionadas con animales o con elementos de la naturaleza, como las siguientes:

El árbol: con la planta del pie derecho sobre la rodilla izquierda y las manos juntas sobre el pecho, se trata de que los alumnos sustenten el equilibrio sobre un único apoyo.

El gato: con cuatro apoyos en el suelo y las muñecas justo debajo de los hombros, los alumnos inspiran profundamente mientras arquean la espalda, y espiran agachando la cabeza y metiendo el abdomen hacia dentro.

La mariposa: apoyando las plantas de los pies una contra la otra, se agarran con las manos moviendo las rodillas de arriba a abajo copiando el aleteo de una mariposa.

Estas posturas les ayudan a mejorar el sentido de la orientación, la estabilidad, la agilidad, la flexibilidad en las articulaciones, el desarrollo y destreza en los músculos motores, además de crear unos buenos hábitos para la salud de la columna vertebral. 

Por otro lado, fomentamos aspectos importantes en el desarrollo de los niños como la autoestima, mayor reducción del estrés y mejor armonía en la personalidad y carácter.  

Clase en tres fases

En las clases de yoga se fomentan tres aspectos fundamentales de esta disciplina: la energía, la concentración y la relajación

En la primera parte de la clase realizamos diferentes posturas (asanas) para que los alumnos puedan soltar toda la energía acumulada; en la segunda prestamos atención a la concentración y en la última parte practicamos la relajación a través de la respiración.

El juego está presente en toda la sesión. Las asanas con las que comienza la clase se pueden hacer a través de diferentes juegos, como uno de cartas en el que se muestran las posturas o con fichas creadas por el maestro/a mismo, dinámicas de grupo como el ‘1 2 3 yoga’ o el juego de las estatuas. 

En la segunda parte de la clase y para fomentar la concentración, se pueden utilizar juegos similares a ‘Memory’, que ayuda a desarrollar la memoria recordando las asanas y con el que también se trabajan las emociones. Es este momento es cuando se presta especial atención a cómo se sienten los alumnos con las diferentes posturas, indicandoles pautas para gestionarlas.

Por último, se procede a realizar la relajación y a finalizar la clase con una meditación individual o grupal en la que trabajan la respiración, haciendo uso de diferentes métodos como el del globo o la respiración de la abeja. En este momento, la sala se acondiciona con velas, sonidos de la naturaleza y la realización de algunos mantras. El momento final va precedido del canto del OM, para que los alumnos se vinculen con el momento presente y el entorno que les rodea y nos despedimos, agradecimos por la práctica, con el clásico ‘Namasté’.

Un caso de referencia en Francia

La RYE (Recherche sur le Yoga dans l’Éducation) es una asociación fundada por educadores en Francia. Fue creada en 1978 por la doctora Micheline Flak, del Instituto Superior de Pedagogía de París, y desde entonces no ha dejado de crecer y expandirse en distintos países. 

Nació del cruce entre el yoga milenario y el sistema educativo y su existencia responde a una demanda colectiva. “Creo que, junto con los programas gubernamentales de alfabetización, necesitamos un programa de estudios para la alfabetización ‘interior’, a fin de enseñar a los niños a leer el libro de su cuerpo, corazón y mente”, declaraba la doctora Flak, que abogaba por una educación que contribuya a abordar el aprendizaje y la vida de modo holístico. “El rechazo y desmotivación no es ineluctable en la escuela”. 

Los miembros de la RYE rebaten a quienes desconfían o creen que estas técnicas son un tiempo robado a la disciplina o la memoria, por ejemplo. Están convencidos de que el placer de aprender y el yoga, juntos, pueden armonizar a quienes se daba por perdidos, ofrecer nueva motivación a los alumnos que se aburren, insuflar una dosis de energía a quienes están cansados y calmar a los más nerviosos.

 

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