Juanjo Vergara: «Creo que el cambio es imparable.»
21 de julio de 2016

Juanjo Vergara está convencido que solo aprendemos cuando queremos hacerlo y que el aprendizaje es una decisión importante. En la entrevista nos cuenta qué es el ABP, cómo ve el futuro de la educación y qué consejos y recomendaciones da en sus formaciones.

 

Una de tus especialidades es el aprendizaje basado en proyectos o problemas (ABP). ¿Nos podrías explicar cuáles son sus ventajas y como lo utilizas?

El ABP es el marco estratégico sobre el que poder utilizar muchas de las estrategias que están siendo ensayadas con éxito en los últimos años.

Creo que el cambio radical que se está produciendo en este momento en educación es un cambio de modelo que no parece tener vuelta atrás. Los modelos de enseñanza que actualmente aún siguen en decenas de escuelas del mundo continúan instaladas en una relación imposible en la actualidad. Hoy el conocimiento está distribuido es profundamente flexible. El aprendizaje se produce en sitios tan alejados a la escuela tradicional como las redes, los barrios, las relaciones sociales, el juego o la participación ciudadana.

«Los alumnos entran en clase y apagan sus teléfonos. ¡Apagan el mundo durante seis horas!. Nada de lo que escuchan en los modelos tradicionales habla de ellos y les interesa en términos concretos. Por eso creo que la parte más importante de la enseñanza es entender que el aprendizaje es un acto fundamentalmente intencional. Sólo aprendemos cuando decidimos hacerlo. Tan sencillo como esto. Por esto titulé mi libro que hablar de Aprendizaje Basado en Proyectos “Aprendo porque Quiero”.»

 

¿Cuál de las metodologías activas crees que tiene más futuro entre los profesores?

Soy escéptico ante las recetas educativas. No existe una receta mágica y tampoco una metodología que asegure el éxito.

Puedes utilizar una metodología de vanguardia y no conectar con los alumnos. Lo realmente importante es cómo estas metodologías activas están cambiando la mirada de decenas de docentes que no están satisfechos con los modelos tradicionales y se dan cuenta que lo más importante es iniciar una reflexión sobre cómo se remodela el espacio, el tiempo, las relaciones, a participación de la comunidad y la virtualidad ante las nuevas necesidades de aprendizaje.

Creo que el futuro de las metodologías activas está en cómo sean capaces de cuestionar las formas de hacer tradicionales en la enseñanza e incorporarse de forma flexible y creativa a cada centro, cada profesor y cada grupo de alumnos. Esto incluye la organización del currículo, la evaluación y la organización misma de los centros hacia modelos mucho más flexibles, abiertos y colaborativos.

 

Participas y has participado en muchos proyectos educativos ¿destacarías alguno en especial?

«Hace muchos años trabajando de maestro en un centro penitenciario que ahora ya ni existe, diseñé un proyecto centrado en la fotografía. Era principios de los años 90 y me parecía mágico crear un laboratorio de revelado con los reclusos. Invitarles a que recogieran imágenes en su habitar cotidiano y que luego nos metiéramos en la sala de revelado para trabajar creativamente con ellas.»

La respuesta –en aquél entonces- del centro era de cautela. ¡Cómo vas a dar cámaras a los presos! ¿Seguro que quieres meterte en una sala de revelado con un grupo?. La respuesta de los participantes fue emocionante. La creatividad que desplegaban y cómo esto me servía para trabajar contenidos curriculares fue espectacular.

Pero ha habido mucho más. Puedes ver algunos de los más recientes en mi web

 

¿Qué consejo les da a los profesores que asisten a tus formaciones?

Hay una frase que como tantas atribuyen a Einstein: “Los que dicen que no es posible no deberían molestar a los que lo están haciendo”.

Cuando los docentes acuden a una formación buscan –en muchos casos- la receta del cambio. Es lógico porque el colectivo docente es uno de los más vapuleados. Dedican su tiempo personal a formarse, preparan sus clases en casa, son objeto de un gran estrés y normalmente sus iniciativas de innovación no encuentran buena acogida en los centros que les miran con recelo.

Sin embargo mi apuesta en el trabajo con equipos que deciden formarse para el cambio es establecer un espacio de reflexión sobre lo mucho que hacen bien y todo lo que podemos aprender de quienes están haciendo lo mismo.

Luego es necesario aportar herramientas para llevar a cabo el cambio, pero solo después. Es necesario que los que nos dedicamos a la formación de docentes en la innovación nos demos cuenta que la parte más importante de esta es cambiar la mirada y la relación. Las herramientas para hacerlo son sencillas y pueden explicarse rápidamente si conectan con la práctica real y las necesidades concretas de los docentes. Los docentes que día a día tienen que entrar en clase y quieren mejorar sus prácticas.

 

¿Qué herramientas tecnológicas o gadgets recomiendas en tu día a día como formador?

Las que llevan en el bolsillo. No creo que sea necesaria una formación específica en tecnologías. Esto fue uno de los grandes errores del pasado.

Hace años –aún hoy en muchos casos- los planes formativos dedicados a los docentes se centraron en formarse en la utilización de aplicaciones y todo tipo de cacharros que prometían iban a cambiar la enseñanza. No lo consiguieron.

Y no lo hicieron porque la clave no es que usas. El asunto es cómo lo haces.

«Lo mejor que pueden hacer los docentes con la tecnología es invitar a sacar los móviles a todos sus alumnos y preguntarse qué aplicaciones utilizan a diario. Con eso tienen material de sobra para que su práctica conecte con el mundo al que están conectados sus alumnos.»

 

¿Aconsejarías a los profesores que no utilizan las nuevas tecnologías a que actualicen su metodología y que incorporen nuevo canales de comunicación con sus alumnos?

Muchas administraciones educativas del país tienen rigurosamente prohibido el uso de dispositivos móviles a sus alumnos. Sólo cuando se utilizan para lo que el docente ordena pueden ser utilizadas. Es como si te dijeran que una bola de plastilina solo puedes utilizarla para construir figuras geométricas cuando deseas poder hacer una escultura de un león, un pájaro o una pulsera que regalar a Lucía –esa compañera de la primera fila que no puedes quitarte de la cabeza siendo adolescente-.

Creo que el asunto no es prohibir o permitir. Me parece mucho más educativo establecer un diálogo abierto con el grupo de alumnos para que busque normas de regulación del uso de las tecnologías.

Una vez más el asunto no está en las tecnologías. De lo que se trata es de aumentar el grado de comunicación entre los docentes y sus alumnos. Para hacerlo, todos lo canales de comunicación que puedan favorecerlos deben ser explorados.

«Mis alumnos tienen mi teléfono, whatsapp, mail, twitter, etc. Nunca he tenido el más mínimo problema con esto. Más bien ha servido para que se establezca una comunicación franca y horizontal. Los alumnos son profundamente respetuosos con un docente que les da confianza y con el que saben pueden comunicar abierta y libremente en cualquier momento del día.»

 

¿Qué tendencias se perciben en el futuro de la formación? ¿Cómo imaginas una clase en los próximos cinco años?

Los docentes que se forman hoy son mucho más exigentes que hace años. No se conforman con cualquier cosa que pueden encontrar en internet y eso es fantástico. Lo que los docentes piden cada vez más son soluciones concretas a preguntas concretas que se hacen y también el marco para llevar el cambio a sus práctica diarias. Por eso aprecian especialmente cuando me presento ante ellos como un formador que día a día da sus clases con alumnos como los que ellos tienen. Están cansados de visionarios con los que no conectan y de los que desconfían.

«Creo que el cambio es imparable. Las escuelas que no entiendan que no podemos educar siguiendo modelos del siglo XIX están abocadas a la desaparición.»

La tendencia es que exista cada vez más una revisión de la estanqueidad de las áreas, materias e incluso cursos. También que la relación –ahora prácticamente inexistente- entre la educación formal y no-formal se rompa. Las escuelas tendrán que abrirse definitivamente al entorno o cerrar por falta de alumnos.

Las familias quieren hijos con habilidades suficientes para triunfar en un mundo cambiante en el que necesitan ser hábiles profesionales capaces de adaptarse a las nuevas situaciones y también con valores comprometidos con la sociedad y el medio ambiente. Nadie quiere hoy que su hijo sea licenciado en tal o cual. Lo que quieren es que se convierta en una persona capaz de aprender a lo largo de toda la vida y disfrutar de una amplia red de relaciones. También quieren que sus hijos sean buenas personas. Personas comprometidas con su entorno. Las escuelas que no entiendan esto desaparecerán en los próximos años.

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